lunes, 7 de mayo de 2018

CXXVI

Autobiografía

Soy muy de saltar en paracaídas sin paracaídas
o de hacer puenting sin cuerda, me lanzo
y siempre acabo en un monumental tortazo,
esa es mi forma de ser en la vida, antes
no me importaban las heridas, las llevaba bien,
me acostumbré al dolor o al menos no conocía otra cosa
y me indicaba de que seguía vivo, será cosa de la edad
pero ya no las soporto como antes o quizá
ha llegado el momento de curarlas, de ver
de otro modo mi vida, ya no me vale lo de antes.


Y con eso me refiero al miedo
de no ser una buena persona,
a fallar a quienes me querían,
a estropearlo todo, miedo sí,
ese que se disfraza con malas caras,
y te hace hacer justo todo aquello que no querías,
y cuando lo superas y dejas atrás
todas las inseguridades,
ya no queda nadie a tu lado,
debes soportar el precio,
pero aún te queda el calor que sientes
por esa persona especial que siempre existe
aunque guardes silencio.


Ya no me consuelan los poemas,
ni las canciones de cuatro minutos y medio,
ni las copas, sólo desconecto
al abrigo de la luz de la luna,
al rodar por la carretera
o mirando el mar, me he dado
cuenta que la cura a todos mis males
es lo bello y cálido de la vida,
lo sencillo y con autenticidad.


Tan fácil y difícil de encontrar,
cómo ponerle rejas al cielo,
darle bordes al mar, o planear
al viento como una gaviota,
hacía el infinito de una puesta del sol.


@LexCarn
Alejandro Carmona



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