jueves, 3 de octubre de 2013

LXVIII

Flamenca apostura la tuya
Laurel de tu suave envoltura

Ojos que el claro cielo envidian
Ribeteados cabellos que te coronan
Enmarcados por el arco de tu sonrisa
Son estas las que te adornan...

A. Carmona

domingo, 29 de septiembre de 2013

LXVII

¿Has sentido alguna vez
el fuego que atenaza a tu alma?
Se alimenta de tu miedo,
de tu odio, de aquello
que desconoces y temes,
tu propia oscuridad;
Sientes como crece en tu interior
cómo domina tu cuerpo y tu mente
y aunque el incendio de tu esencia
es más doloroso que el de la propia
carne, es necesario;
Debes aceptar tus temores,
tu oscuridad, tus aflicciones,
debes dejarte quemar
por aquello que más te horroriza,
lo más profundo e irracional
de ti mismo (lo más primario);
Al igual que el bosque
que crece salvaje y sin control
la purga del fuego es natural,
arrasará tus pecados, tu moral,
tus convicciones, tus principios,
tus inhibiciones, aquello
que te empuja, y todo
serán cenizas,
hasta que de nuevo
estés listo para brotar
con más fuerza y vigor
para renacer más puro.

A. Carmona

viernes, 20 de septiembre de 2013

LXVI

¿Quién es el amo del cielo
que de amor no vive,
ni por él siente desvelo?
¿A que poder compartido sirve?
Si no entiende del brillo fugaz
de las miradas cruzadas por azar
y cuerpos entrelazados de forma procaz
¿Dónde reside su potestad secular?

Vivir para siempre es hastío
sin el bocado de tu carne probar,
que castigo sin igual,
siendo uno más entre el gentío,
si tus labios puedo besar
que importa ser un simple mortal.

A. Carmona

viernes, 16 de agosto de 2013

LXV

El tiempo se diluye lentamente
entre mis dedos,
como arena que lleva el viento,
como el agua del río que muere
en el eterno océano de la nada...

De la nada, construyo mis sueños
sobre las ruinas diarias de mi realidad,
sazonadas de desilución y salpimentadas
de la verdadera soledad...

La verdadera soledad, aquella
que ni siquiera el poeta logra versificar,
la ausencia de palabras que puedan describir

el desasosiego de un alma
a la que solo le quedan los sueños como escapatoria.

A. Carmona

martes, 23 de abril de 2013

LXIV

Frente el uno al otro
sintiendo el latir de mi corazón
palpitando contra mis sienes
y el bramido colérico
de tu bravura agitada;
 Sólos tú y yo, a punto de recrear
el arte de torear, entretanto,
las gradas expectantes
seguirán el baile del capote
y la muleta entre aplausos
y sus vítores nos envolverán,

mientras  proseguimos
con nuestra danza
de vida y muerte,
de sangre y albero;
Yo daré unos pases,
tú seguirás el ritmo

y ante nosotros se presentará
lo sagrado y hablará al hombre,
así bailaremos hasta que el estoque
tus ojos grandes apaguen
y por siempre el ruedo sea tu templo,
y parte de mi muera contigo
para encontrarte de nuevo
entre las luces y las sombras
del mundo de los sueños.

A. Carmona

domingo, 21 de abril de 2013

LXIII

Miro como rompe el mar
en las rocas de la playa
en su vaivén incesante,
como quisiera rasgar mi piel
contra la tuya en el
balanceo de la carne;
el arco de tu sonrisa
dispara certeras flechas
que atraviesan mi coraza
lacerando lo poco que queda
de mi corazón fatigado;
tus ojos de miel
advirtieron de mis entrañas
la hiel que las corrompe,
y tus caricias curaron
mis abisales heridas;
tus cabellos bermejos
como el sol es la seda
con la que confecciono
los lienzos para mis lágrimas;
tú eres la luz que envuelven
las tinieblas del poeta,
tú eres el pequeño tesoro
de este pirata amartelado,
que en ti halló a la musa
de sus versos rayados.

A. Carmona

domingo, 27 de enero de 2013

LXII

¿Qué tienen en común
el humo de tabaco
elevándose en el aire,
unas notas de piano
sonando de fondo,
dos vasos con apenas
un poco de whisky
para dejarnos llevar,
una cama con sábanas
arrugadas por los embates
de un mar enfadado,
la luz tenue
en un paisaje de sombras
y dos cuerpos
fundidos en un gemido
sordo y sudoroso?
¡Ah! ya lo recuerdo
fue el cruce
de nuestras miradas.

A. Carmona

LXI

Esa vieja historia
de corazones rotos
y almas que se unen,
de noches regadas de vino
y canciones tristes,
de tu olor perenne
en mis sábanas,
del olvido figurado
y el sollozo recuerdo
disimulado...

Esa vieja historia de amor
que se convierte en odio,
ese odio que te marca el alma,
anhelo de tu piel
convertida en amargura
y aquellos besos
que ahora me sabrían a hiel,
ha pasado mucho tiempo
y me diluí cual estatua de sal,
ya sólo que da de mi
un corazón yerto y solitario
que aulla como un lobo
tu ausencia en mis noches.

A. Carmona