viernes, 2 de febrero de 2018

LXXII

PECADO DERRAMADO

Ecos que revolotean y se esconden
en la penumbra del silencio de la alcoba,
lo único que rompe la oscuridad
es la luz del radio-despertador
jugando ingenua con las sombras.

Jamás tuve tal desdicha,
pues ser tu poeta me suplicas,
y tan solo soy retazos, estrofas sueltas,
que sienten nostalgia de tus abrazos.
Pero existe un mar de historias,
reflejos de luna de plata, que son bandeja,
donde servir letras de pasión contenida
salidas del húmedo aliento de mi pluma,
este, mi mundo absurdo, cabe en los versos
que escribo en la palma de mi mano.

La noche se nos pone canalla
al frío desamparo de tus piernas
fuera de la cama,
al trago de whisky posterior
y a la vuelta a los embates de la pasión
que nuestros cuerpos no callan.

Mis dedos recorren tus tortuosas curvas
leyendo en braille la lisura de tu piel,
mi boca se quema con el calor de tus labios
y me embriago del dulce veneno de tu carmín;
nadie creyó que hubiera vida en mi cuerpo,
como el árbol sin hojas que, aun así, se rebela
alargando sus ramas secas contra el cielo
con intención de rasgarlo, rebrotando
en la verde primavera de las esperanzas volátiles,
acabando con la gélida desazón
del invierno sombrío y yerto.

Y en el zaguán de piedra
tallado a la luz de la luna,
con el signo de Caín
en el arañazo que cruza mi espalda,
con la herida de guerra
en el mordisco que marca mi oreja
y entregándome al abismo de tus ojos,
nos sorprende floreciendo el amanecer
derramando impúdicos el pecado
en el cáliz de plata de tus caderas.

@LexCarn
Alejandro Carmona

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